Ni siquiera el frío hielo cortándome en pedazos, ni la crudeza de la muerte, logran ser implacables como tú, porque la dureza recorre tus venas, tu mirada no permite ver quién eres, calcina al primer instante; tus palabras como dardos envenenados perforan a quién al no poder huir tiene que escucharlas; tu sonrisa, maliciosa sonrisa, despide hiel que el el momento que nace condena a tortura a quién la ve.
Como todo lo oscuro en este mundo, tratas de pasar desapercibido, tras las sombras en las que te escondes, tu maldad clama por atacar y con un efímero pero profundo mirar a la víctima logras señalar.
El siniestro que tu mente logra calcular nadie lo ha de imaginar, más tú sabes cuanto esto puede afectar y el saberlo solo aumenta tu perversa alegría, mientras la adrenalina del dolor que ocasionarás recorre tu ser dejando escapar un rayo de maldad que tus pupilas discretamente cubrirán.
Sin perder la frialdad que se requiere para actuar, de forma baja y vil haces uso de un recurso que saber no sé podrán resistir, en un segundo tu sed de tortura toma forma de lágrima que aunque el destino de tu presa no este escrito será marcado eternamente por aquella gota de demoniaca oscuridad que solo enredará sin dejar escapar jamás.
En un instante en el que probé tu hiel, tus besos endemoniadamente apasionados engendraron la eternidad macabra que me quedaría cuando en tus labios se perdió mi alma la misma que tu oscuridad de se encargo de absorber.
Y cuando empezaba a asimilar que me envolvía, te busqué pero tu silencio ya no era mío, entre incomprensiones y falsas palabras te perdía, aunque no entendía como perder algo que nunca fue mío.
Las imágenes son borrosas y las palabras confusas que como eco retumban en mi cabeza, trato de encontrar un a razón pero la asfixia y la desesperación me carcomen mientras tu maldad recorre mi cuerpo y apoderándose de todo, desterrando la esencia, deja una alma vagabunda sin corazón, sin razón sin color, encerrada en un cuerpo de mujer, y así como las rosas cuando se marchitan ya todos disfrutaron de su aroma y solo quedan los frágiles envejecidos pétalos condenados a convertirse en polvo que nadie recordará ni siquiera el tiempo que la marchitó.
Me alejas de ti como un recuerdo, uno que no sirve almacenar, sino solo en la lista de aquellas víctimas que talvez tus labios extrañen por la exquisitez de sus almas, pero que ni su nombre, tu boca podrá mencionar.